Las siglas Crispr (en inglés) significan “Repeticiones Palindrómicas Cortas Agrupadas y Regularmente interespaciadas”. Esta tecnología viene a ser como unas tijeras moleculares, que cortan en una parte del genoma de nuestra elección y pegan en otra, es decir, una herramienta de edición de ADN. Fue desarrollado por dos científicas en 2012 (aquí está el enlace a la publicación en la revista Nature) y celebrado ampliamente por la comunidad científica.
Este descubrimiento pone a nuestro alcance cosas inimaginables hace 15 años: ¿podríamos desactivar o cortar genes que producen ciertas enfermedades? ¿Quizás cortar genes responsables del desarrollo de cáncer? También significa que podríamos modificar alimentos según nuestras necesidades ¿quizás crear trigo que sea resistente a la sequía? ¿o a lo mejor un trigo que contenga menos gluten? ¿podríamos reducir las proteínas relacionadas con alergias en ciertos aliemntos, como por ejemplo cacahuetes? ¿fresas resistentes que puedan ser recogidas por una máquina en vez de a mano?
Ya se están investigando algunos usos:
- Champiñones que no se ponen marrones cuando los cortas, lo que contribuirá a un menos desperdicio de comida.
- Aquí podéis ver un vídeo con J. M. Mulet (investigador español) en el que enseña varias especies de tomates desarrollados usando Crispr, tomates que tienen un sabor más dulce.
- Enfermedad granulomatosa crónica
- Producción de precursores de polímeros, adhesivos, fragancias y biofuel.
- Eliminar VIH de células
- Eliminar la malaria en mosquitos
- Eliminar las proteínas del huevo que causan alergia
- Crear granos de café descafeinados
- Desarrollo de un sensor que detecta mutaciones genéticas en minutos, lo que permitiría un diagnóstico muchísimo más rápido.
- Restablecer la audición en sordos (lo han probado en ratones).
- Eliminar virus como el herpes simple, la hepatitis B y Epstein-Barr.
Como bien dice Lluís Montoliu, investigador científico del Centro Nacional de Biotecnología (CNB): "la letra pequeña de esto quiere decir que condena a las empresas a invertir y destinar muchos recursos en garantizar la seguridad de algo que ya sabemos que es seguro, con lo cual va a producir que las empresas se digan: “¿Sabéis qué? Aquí os quedáis. Me voy a ir a Brasil, Estados Unidos o China, que tienen unas regulaciones más modernas y fundamentadas”. Lo que no puede ser es que nos sigamos rigiendo por las mismas reglas que en los años 90. La ciencia ha cambiado mucho desde entonces".