Las siglas Crispr (en inglés) significan “Repeticiones Palindrómicas Cortas Agrupadas y Regularmente interespaciadas”. Esta tecnología viene a ser como unas tijeras moleculares, que cortan en una parte del genoma de nuestra elección y pegan en otra, es decir, una herramienta de edición de ADN. Fue desarrollado por dos científicas en 2012 (aquí está el enlace a la publicación en la revista Nature) y celebrado ampliamente por la comunidad científica.

Ya se están investigando algunos usos:
- Champiñones que no se ponen marrones cuando los cortas, lo que contribuirá a un menos desperdicio de comida.
- Aquí podéis ver un vídeo con J. M. Mulet (investigador español) en el que enseña varias especies de tomates desarrollados usando Crispr, tomates que tienen un sabor más dulce.
- Enfermedad granulomatosa crónica
- Producción de precursores de polímeros, adhesivos, fragancias y biofuel.
- Eliminar VIH de células
- Eliminar la malaria en mosquitos
- Eliminar las proteínas del huevo que causan alergia
- Crear granos de café descafeinados
- Desarrollo de un sensor que detecta mutaciones genéticas en minutos, lo que permitiría un diagnóstico muchísimo más rápido.
- Restablecer la audición en sordos (lo han probado en ratones).
- Eliminar virus como el herpes simple, la hepatitis B y Epstein-Barr.
Como bien dice Lluís Montoliu, investigador científico del Centro Nacional de Biotecnología (CNB): "la letra pequeña de esto quiere decir que condena a las empresas a invertir y destinar muchos recursos en garantizar la seguridad de algo que ya sabemos que es seguro, con lo cual va a producir que las empresas se digan: “¿Sabéis qué? Aquí os quedáis. Me voy a ir a Brasil, Estados Unidos o China, que tienen unas regulaciones más modernas y fundamentadas”. Lo que no puede ser es que nos sigamos rigiendo por las mismas reglas que en los años 90. La ciencia ha cambiado mucho desde entonces".
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